The Substance (2024). Lo que se utiliza en un lado, se pierde en el otro
-- mínimos spoilers advertidos --
Muchas buenas películas, por no decir casi todas, se pueden desmenuzar hasta la médula para encontrarnos con la miseria humana misma. Los motores del actuar humano son infinitos, pero uno recurrente es el miedo y su poderosa capacidad de llevarnos a cometer actos impúdicos y hasta ir en contra de la naturaleza misma, como una afrenta a lo que simplemente debiésemos aceptar.
Esta película desnuda en parte esa inherente miseria, enfocándose en la histórica diada juventud-edad. La Substancia se presenta como un espejo ante el cual mirarnos, en cuyo reflejo podemos ser la mujer que cede ante la presión social y se condena a sí misma, o ser la sociedad que la presiona, aunque, sin miedo a perder la apuesta, diría que todas -y todos- hemos sido alguna vez ambas.
La Juventud.
Es el camino central, el primer conflicto en ser presentado y lo que parece ser el gatillante de todo lo demás. Es verdaderamente impresionante lo obsesionados que estamos con la juventud y su belleza, y esto es lo que pienso mientras caigo rendida a los pies de Demi Moore y Margaret Qualley. Ambas son mostradas en un estado de esplendor, con sus carnes turgentes y brillo en la piel, lo cual te lleva a la pregunta: ¿Qué mujer podría estar insatisfecha con el cuerpo de Demi Moore a sus 61 años? Y es una pregunta sin sentido, porque lo peor que podemos hacer es racionalizar un problema que escapa de toda la lógica, y todo esto para recordarte que seas joven o vieja, el yugo por la perfección física te perseguirá por siempre si eres mujer, y que en ese juego de premios y castigos a la apariencia estamos metidos todos hasta las patas.
La Bruja.
Esta obsesión por la juventud no es nueva, es centenaria, multicultural, un tropo reiterado para situar a la mujer que no acepta envejecer. La bruja es aquella mujer que pacta con el diablo, que distorsiona la realidad con el conocimiento que se le ha otorgado y transgrede las reglas de la naturaleza, y que por ello queda maldita y condenada. Así puede seducir cuerpos jóvenes o carne fresca, lo cual no obtendría de mostrarse tal cual es, horrible, llena de verrugas, con una enorme nariz, vieja, con las carnes cayendo dentro del pellejo blando de todo cuerpo anciano. Y a propósito de La Bruja (The VVitch), el surtidor de La Substancia puede equipararse fácilmente al macho cabrío Black Philip, que es ese elemento puesto para la tentación de la protagonista, invitándola a probar las delicias de la vida, solo a cambio de una eternidad bajo su dominio.
La Menstruación.
A los 50s ya no les llega. Algo así dice el hombre que decide qué debemos ver en la televisión, que traducido al vulgar chilensis significa que a los 50s ya no menstruamos, por lo tanto ya no somos deseables, quedamos fuera del mercado de cuerpos. El todavía tabú menstrual es tal que ni siquiera lo menciona y es tanto el complejo por nombrarlo que la directora se encarga de remarcarlo preguntando “no nos llega qué?”.
La menstruación ha sido usada en muchas ocasiones como indicador de la madurez sexual, pero no se habla de la menopausia, de la ausencia y su valor social. Esta película es bien inteligente para plantar este tema como una semilla que explota en un final sangriento nivel Carrie, con un claro mensaje: “todavía puedo sangrar, quizás no por la concha pero aún me corre sangre por las venas” (eso no lo dice pero estoy segura que lo pensó).
Me acordé también de Barbie, en su torpe intento de mostrar esas presiones sobre el sexo femenino, enfrentando a Barbie a hombres imbéciles, a la vejez o al desafío de ir al ginecólogo. Pero aquí encontramos algo mucho más directo, más doloroso, sin tanta vuelta y con el mismo buen uso del rosado, envuelto de lo que realmente provoca envejecer: terror (no ternura).
Las Adicciones.
Directamente asociadas a las ganas de autodestrucción, en este odio soterrado a la propia persona, se va dibujando una voluntad que avanza sin medir la seguridad personal, que no puede frenar. Porque a Elizabeth (Demi Moore) le ofrecen detener esta situación, y ella decide continuar, “no me puedo detener” dice, y comprendes que aquí hay una adicción, un comportamiento que se aleja del instinto de supervivencia y se entrega al de la autodestrucción. Consejo: no le pidan ayuda al dealer para salir de una droga.
Ya sea con una droga nueva, una empanada de pino más, una ronda más de póker. Nos gustan los excesos, al menos acercarnos.
La bipolaridad.
*Disclaimer/Prevención: no soy psicóloga, solo he estudiado sobre el tema.
Había que mencionarlo, a raíz de una de las instrucciones dadas por el surtidor: “no olvidar nunca que ambas son la misma persona”. Porque ambas son en esencia lo mismo, pero actuando con intereses diferentes, con consecuencias nocivas para sí misma. Por una parte tenemos a la matriz, una mujer que toda su vida ha hecho lo mismo, la despiden, está cagada de miedo porque está vieja y ya nadie la quiere. Pasa horas frente al televisor, se alimenta mal, está depresiva. Y por otra parte tenemos a Sue, energética, ambiciosa, con hambre de aceptación y éxito, maniática. Ambos extremos claramente retratados en la película pueden coincidir con los estados de ánimo de una persona con bipolaridad, teniendo epidosios, días, incluso semanas de depresión y manías alternadas. Así, se van dificultando los nexos, se fomenta la soledad y además, como ocurre en el caso de la película, asociado a las adicciones. El circulo vicioso perfecto.
No es de extrañar que sea alabada por su guión, porque atravesar con éxito tantas superficies, algunas muy engorrosas y con temas muy peliagudos, es algo muy difícil. Creo que parte de ese éxito tiene que ver con la calidad actoral de Demi Moore, además de una emotividad interpretativa real ahí, si al final lo que vemos es una parodia de su propia historia como mujer diva del cine, ahora en decadencia. La obsolescencia programada de las mujeres, o la restricción a determinados papales para mujeres mayores, es algo conocido por Demi.
Creo, por último, que la expresión del horror a través del cuerpo humano es un excelente recurso para mostrar la crudeza y la vulnerabilidad, además de lo lejos que podemos llegar físicamente con nosotros mismos.
Hacia el final, cuando -spoiler- el monstruo Eli-Sue explota en su último performance, la inacción del público, la incredulidad, solo me hace sentido con esa falta de empatía con la que chocan muchas mujeres al manifestarse tal cual son, siendo ignoradas, repudiadas, incluso encerradas, pero más que nada invisibilizadas, minimizadas hasta el ridículo absoluto.
por: Treacy
Coméntanos en https://www.instagram.com/cineclubcl/
Escúchanos en Spotify, Apple Podcast o Youtube