Emilia Perez (2024), no es la forma.

La película Emilia Pérez (2024) promete mucho desde su concepto: un musical que sigue la transformación de un poderoso líder de cártel mexicano en busca de vivir su verdadera identidad como mujer. En el papel, suena como una historia que podría romper moldes y ofrecer algo fresco al género. Pero lamentablemente, Jacques Audiard nos entrega una teleserie disfrazada de musical, con todos los defectos y ninguno de los encantos que podría tener una producción de este calibre.




Empecemos con las canciones, que deberían ser el alma de un musical. Lo digo con toda la certeza: no hay ni una sola canción memorable. Cada número musical se siente forzado, genérico y completamente olvidable. Uno esperaría al menos una melodía que quede dando vueltas en la cabeza al salir del cine, pero aquí lo único que queda es un gran vacío sonoro. ¿De qué sirve tener un musical si no puedes recordar ni una sola de sus canciones? Es lamentable que lo único que terminas recordando del intento musical es lo mal que habla en español Selena Gomez, un detalle que sobresale por las razones equivocadas.

El mayor problema de Emilia Pérez no es solo su banda sonora; es su narrativa y desarrollo de personajes. Emilia, una narco despiadada, decide fingir su muerte para vivir como su verdadero yo. Hasta aquí, la idea suena intrigante. Sin embargo, el guion nos pide un salto de fe gigantesco al pretender que podemos olvidar su violento pasado y aceptar una redención que no tiene ni bases ni lógica. El desarrollo de las relaciones personales entre los personajes son superficiales, llenas de estereotipos y carentes de cualquier tipo de profundidad emocional. Es un desafío empatizar.

Audiard parece aspirar a crear un melodrama que evoque el estilo de Pedro Almodóvar, pero la comparación no hace más que resaltar lo lejos que está de alcanzar esa liga. Donde Almodóvar juega con la sutileza, el humor y la pasión, Audiard se pierde en una maraña de exageraciones y clichés. Los momentos que deberían ser conmovedores o impactantes se sienten torpes y artificiales, como si se hubieran tomado directamente de los clips más ridículos de una teleserie mexicana.

Ahora bien, hay que admitir que Emilia Pérez genera conversación. Pero no por su excelencia cinematográfica, sino porque representa a un grupo que, al sentirse reflejado en pantalla, celebra actos de valentía sin detenerse a evaluar la calidad de la obra. Como dijo mi amigo Pablo MC, "A veces lo que hacen bien este tipo de películas es representar al grupo adecuado, que sabe causar revuelo y celebra la representación sin importar la calidad." Esto es un problema recurrente en el cine reciente: se confunde la importancia de la representación con la calidad del producto final. Y, lamentablemente, la calidad de Emilia Pérez deja mucho que desear.

También hay que hablar del diseño de producción, que parece no poder decidir si quiere ser un musical extravagante o una telenovela con presupuesto. Los escenarios y el vestuario oscilan entre lo genérico y lo absurdo, sin encontrar un estilo que realmente se destaque. Esto contribuye a que la película se sienta visualmente plana, a pesar de los esfuerzos por darle una apariencia "peculiar".

En resumen, Emilia Pérez es un intento fallido de combinar el musical y el melodrama con un mensaje de redención y autenticidad. Audiard ha entregado una película que, aunque quizá bien intencionada, no logra ni entretener ni conmover. Me lleva a recordarles que una buena idea no siempre se traduce en una buena película, y que no basta con tener representación para que una historia sea digna de elogio. En este caso, la verdadera redención sería que Audiard aprendiera de sus errores para su próximo proyecto.

Entiendo que a la crítica mainstream le cueste reseñar esta película desde lo técnico, porque deja en evidencia su pobreza, y le quita la visibilidad a un tema de conversación de fondo interesante y sobre todo relevante. Emilia Pérez, te digo: esta no es la forma.


by: jc30_rock


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